España

La nueva dictadura del coche compartido

Parece que ahora viajar solo en tu coche es un crimen de Estado. ¿Por qué? Porque, claro, contaminamos demasiado, ocupamos demasiado espacio y somos los culpables del colapso ecológico. ¿La solución? Multas. Porque todo el mundo sabe que nada salva al planeta como vaciar las arcas de los ciudadanos. ¡Genial! ¡Qué maravilla vivir en la cabeza de los genios de despacho! Imagina un mundo donde todos trabajamos a la misma hora, vivimos en la misma calle y tenemos rutas de coche perfectamente sincronizadas. Ah, ¿que vives en un pueblo remoto y tienes que entrar a trabajar a las seis de la mañana? No pasa nada, te buscas un compañero de viaje con el mismo horario. Así que, por favor, ¡socializa!

Nos dicen que el problema del tráfico es que nos gusta demasiado la libertad. ¡Qué innovación! La libertad de moverse cuando y como uno quiera, de ser dueño de tu tiempo, de no tener que coordinar cada viaje con decenas de desconocidos para cumplir con el nuevo código de «buena ciudadanía». Y para eso, nos proponen ir todos en manada, como ovejas felices y obedientes. ¿La comodidad? ¿La privacidad? ¡Qué antigüedad! Lo que ahora se lleva es lo colectivo, lo igualitario, lo regulado. Pero, claro, ¿quién se acuerda de la realidad? Ahora, la pregunta más importante: ¿a quién beneficia todo esto? Porque, como siempre, detrás de cada reforma «ecológica» hay alguien que se frota las manos.

Empecemos con las empresas de transporte público. Verán cómo más gente deja el coche y se sube a sus autobuses de tres horas de retraso -y siempre con la «plaza ocupada» en la fila de adelante-. Las empresas de coches eléctricos también están frotándose las manos, celebrando la demonización del diésel mientras te dicen que el Tesla de 50.000 euros es la mejor solución ecológica. ¡Para el ciudadano medio, claro! Y, por supuesto, tenemos al Gobierno. Porque, si algo sabemos, es que ellos no dan puntada sin hilo. ¿Esto es por salvar el planeta? No. Esto va de lo de siempre: meter la mano en tu bolsillo. Multas por aquí, tasas por allá, y un control absoluto sobre cómo te mueves. A fin de cuentas, el Gran Hermano está tomando forma, y tu coche es el siguiente en la lista. ¿Y a quién fastidia todo esto? A todos. A los que trabajan en polígonos industriales en mitad de la nada, donde el bus no llega ni de broma. A los que tienen horarios imposibles para compartir coche, y a los que, simplemente, no pueden permitirse otro gasto más.

Pero lo que realmente me asusta es hacia dónde vamos. Si ahora nos multan por ir solos en el coche, ¿qué será lo siguiente? ¿Multas por no llenar los asientos? Porque, claro, si tienes un coche de cinco plazas y vas con solo dos personas, estás derrochando espacio y recursos. ¿Dónde queda la solidaridad? Cámaras en el coche para controlar si hablas demasiado o, peor aún, si respiras demasiado fuerte. ¿Contaminación acústica? ¡Sanción inmediata! Porque, ya sabes, los decibelios también tienen su impacto en el medio ambiente. Tarifa dinámica de oxígeno. Porque si tu coche va con el aire acondicionado encendido o si decides abrir la ventanilla para respirar aire fresco, te cobrarán una pequeña suscripción. Un poco más de oxígeno nunca viene mal, ¿no?

No, no es una conspiración. Es sentido común. ¿No ves a dónde nos lleva todo esto? No se trata de salvar el planeta. No se trata de ecología. Lo que realmente está en juego es el control absoluto y hacer que paguemos por todo. Así que, cuando encuentres una multa en tu parabrisas por el «delito» de conducir solo, recuerda: esto no va de salvar el planeta. Va de controlarte y vaciar tu bolsillo. Y, cada día, nos tienen un poco más atrapados.

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Publicado por
Raquel Puerta Nevot

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