Euro Digital: bienvenido al ‘gran hermano’ financiero

Nos venden el euro digital como el futuro, que dejemos atrás los billetes, que esto es lo moderno, lo cool. ¡Dinero que ni siquiera tienes que llevar en la cartera! Lo llaman «innovación», con una sonrisa que brilla más que una moneda nueva. Pero detrás de esa sonrisa perfecta, ¿qué es lo que nos están ofreciendo? ¿Un mundo sin billetes o un presente sin libertad?

El control es absoluto, amigos. Sí, ese control que ya probaron con las vacunas, las cuarentenas, los QR, y que ahora llega a lo más íntimo: tu dinero. Porque si creías que el sistema ya te tenía bien vigilado con tus redes sociales, tu móvil, tus búsquedas de Google, espera a que todo tu dinero esté en una cuenta digital rastreable al milímetro. Lo saben todo. Y no, no es ‘conspiranoia’, es el paso natural de una estrategia que llevan cocinando desde hace años.

Nos dicen que es para combatir el fraude. Claro, como si los billetes de 20 en efectivo fueran el problema del siglo XXI. Pero el verdadero objetivo no es que todos paguemos impuestos, no. El verdadero objetivo es saber qué haces con cada euro, en qué lo gastas, cuándo lo gastas, cómo lo gastas. Imagina esto: ¿Te has pasado de la cuenta en cafés este mes? El algoritmo decide que es hora de limitarte los gastos en ocio. «Por tu bien», claro.

Porque en este nuevo mundo, el euro digital no es solo dinero, es una herramienta de vigilancia permanente. No es la primera vez que lo hacen. ¿Te acuerdas de las vacunas? Primero fue una opción, luego una «recomendación» y, al final, casi una obligación disfrazada. ¿Qué nos decían? «Si no te vacunas, no entras a un bar, no viajas, no trabajas.» ¿Y ahora? «Si no aceptas el euro digital, te quedas fuera de la economía moderna.» Se llama chantaje encubierto en nombre del progreso.

El euro digital es la jugada perfecta para acabar con tu privacidad financiera. Quieren que creas que es lo más seguro del mundo. Pero, ¿a costa de qué? De que cada transacción, por pequeña que sea, quede registrada. El sistema quiere todo tu perfil. Ya no será solo si has dejado una propina, será un análisis completo de tu vida a través de tus compras. Controlar el dinero es controlar la vida. Y lo peor de todo: ¿quién decide esto? Políticos, banqueros, gente que nunca va a sufrir las consecuencias de lo que ellos imponen. ¿Crees que van a estar más controlados ellos que tú? No. Van a seguir con sus trajes, sus reuniones y su dinero. Mientras tanto, nosotros seremos los que estemos bajo la lupa.

Si permitimos que cada transacción sea registrada, cada compra analizada, cada céntimo rastreado, ¿cuánto tiempo pasará hasta que el control total sobre nuestras vidas sea una realidad? Y ahora, seamos realistas. El dinero en efectivo no va a desaparecer. ¿Por qué? Simple. Mientras exista la corrupción, el blanqueo de capitales y el mercado de drogas, el efectivo seguirá siendo el rey en ciertos círculos. Solo que, esta vez, los de siempre tendrán sus métodos, mientras tú, el ciudadano de a pie, estarás completamente controlado. Nos lo venden como seguridad, pero es control y, como ocurrió con las vacunas, habrá quien lo compre. Pero tú que lees esto, ¿de verdad te crees que es solo por seguridad? El control total es lo que buscan.

La pandemia fue solo la primera parte, el ensayo. Ahora viene la segunda, y esta vez, va a por tu dinero. Pero aquí viene lo importante: no estamos condenados. La resistencia no es inútil. No se trata de resignarse y aceptar el control como inevitable. Se trata de ser conscientes, de cuestionar cada movimiento del sistema, de levantar la voz y exigir libertad. Porque si algo hemos aprendido en estos años es que cada derecho que cedemos cuesta el doble recuperarlo.

La información es poder y si sabemos lo que nos están haciendo, tenemos la capacidad de dar un paso atrás, reclamar nuestra soberanía y decidir qué tipo de futuro queremos. El futuro no está escrito, lo escribimos nosotros. Que no nos controlen con una sonrisa falsa de progreso. No aceptes que la libertad sea el precio del «avance» digital. Porque el euro, digital o no, es nuestro. Y, de momento, nosotros decidimos.