En noviembre del año pasado, con evidente orgullo, Pedro Sánchez publicó en sus redes sociales que había mantenido conversaciones con el Emir de Qatar. Según su mensaje, reconoció al Emir, como un líder eficaz en la contención de disputas regionales. Además, con el objetivo de fortalecer lazos, el presidente del Gobierno de España le propuso la creación de una conexión “Euroárabe” para contribuir a la estabilidad de la región.
En los países del Medio Oriente se comenta que el Gobierno de España está siendo víctima de una “arabización friendly”. La paradoja radica en que Qatar es señalado como uno de los principales financiadores de algunas de las organizaciones terroristas más peligrosas del continente. No obstante, para comprender esta situación en su totalidad, es fundamental analizar otras dimensiones asociadas a este complejo tema.
La historia del apoyo de Qatar a este tipo de organizaciones comenzó con su frenético deseo de competir por el prometedor mercado energético europeo, aprovechando la clara intención de Europa de reducir su dependencia del petróleo ruso. La estrategia de Qatar para entrar en este mercado europeo consistía en tender gasoductos a través de Siria, lo que permitiría transportar gas desde Qatar hacia Turquía, donde se licuaría para, posteriormente, ser exportado al viejo continente.
Durante esos años, como fiel aliado de Rusia, Siria decidió negarse a permitir el paso de los gasoductos por su territorio, evitando así que Qatar pudiera competir con el país presidido por Vladimir Putin en el mercado energético europeo. Ante este rechazo, Qatar intentó por todos los medios derrocar al régimen de Assad para reemplazarlo por un gobierno aliado dispuesto a construir los oleoductos. Para lograr su objetivo, Qatar no dudó en apoyar a organizaciones como el ISIS y otras en Siria.
En la actualidad, la idea de eliminar políticamente a Bashar al-Assad se ha concretado por completo, lo que ha abierto las puertas a Qatar, que, tras aliarse con Irán, ha logrado extender los gasoductos a través de este país. La ambición de Qatar consiste en desestabilizar a cualquier nación que represente una amenaza en su competencia por el futuro del mercado energético, como ocurrió en Egipto, donde apoyó a la organización islámica más influyente del mundo, los Hermanos Musulmanes, así como a otras fuerzas en Libia e Irak.
Para llevar a cabo su plan, Qatar se apoya en su alianza con los Hermanos Musulmanes, quienes, por un lado, aspiran a gobernar Egipto y, por otro, se alinean con el extremismo islámico más radical. Todos ellos comparten las ideas de su más influyente filósofo, Sayyid Qutb, quien sostiene que «la soberanía proviene únicamente de Dios, pues solo Él tiene derecho a legislar».
Recordemos que, a través del Banco Al Rayan en Londres, Qatar envió durante años millones de euros a organizaciones benéficas vinculadas a la Hermandad Musulmana, con el fin de difundir ideas extremistas entre los miembros de la comunidad. El objetivo era crear grupos religiosos aislados de la sociedad británica, promoviendo un orden político y social islámico en Europa mediante la destrucción de la infraestructura social. Sin duda, el cinismo de esta situación debilita aún más a Occidente, especialmente a los españoles, por la imagen que está transmitiendo el Gobierno de España y sus aliados árabes.
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