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Musk en el Congreso: ¿el futuro de la política o la política del futuro?

Elon Musk acaba de poner un pie en el Congreso de los EE. UU. para hablar de “eficiencia gubernamental”. Pero, ¿en serio nos creemos que este tipo está ahí para arreglar el sistema? ¡Por favor! No nos vendan el cuento de la “innovación disruptiva”. Cuando Musk habla de “optimizar los servicios públicos”, lo que realmente está diciendo es: “convertir lo público en privado para que su billetera crezca aún más”. Porque, claro, si hay algo que Musk sabe hacer, es meterle mano a lo que nos pertenece a todos y transformarlo en una fuente de beneficios para él y sus amigos.

¿Y qué hay de Ucrania, por cierto? Ah, sí, ese pequeño detalle que muchos parecen haber olvidado: Musk metió las narices en la guerra de Ucrania. Mientras los misiles volaban por el aire, él ofrecía su red de satélites Starlink como la única fuente de comunicación viable. ¿Casualidad? ¿Interés humanitario? Nada de eso. Starlink, el único proveedor de comunicaciones en zonas remotas, es solo el principio. Imagina tener el control total de la comunicación en medio de un conflicto bélico. Controlas la información, controlas el poder. Y en ese juego, Musk tiene la jugada maestra.

Claro, todo esto se disfraza de “progreso” y “ayuda”, pero lo que de verdad ocurre es que, con cada crisis, las empresas tecnológicas, encabezadas por Musk, se convierten en piezas imprescindibles en la geopolítica global. Los gobiernos no solo necesitan a Musk, dependen de él. Es decir, su control es tan grande que decide no solo cómo comunicarnos, sino incluso si podemos o no hacerlo. Esto no es filantropía; es estrategia, y de la más sucia. Si alguna vez pensaste que Musk solo estaba interesado en tus compras online o en tus coches eléctricos, piénsalo de nuevo. Musk no está aquí para traerte innovaciones en tu vida diaria; está aquí para crear un sistema en el que tu acceso a la información, la comunicación y hasta tus decisiones dependen de él.

Ahora bien, ¿quién gana con todo esto? Vamos a dejarlo claro: Musk gana, y gana mucho. No solo con los contratos millonarios que firmó por su red de satélites o los acuerdos de privatización de servicios básicos en Ucrania, sino con la posibilidad de convertirse en el arquitecto de un mundo donde la dependencia tecnológica sea total. ¿Qué pasa cuando Starlink sea la única forma de acceder a internet en zonas aisladas o en medio de un conflicto? Lo que elija Musk será ley, porque, sin él, no hay comunicación.

¿Y qué pasa con las grandes corporaciones que ven en Musk a un aliado perfecto? Todo es parte del juego: lo que hoy es una “solución tecnológica innovadora”, mañana será un monopolio global. Desde la reconstrucción de países devastados hasta el control de sectores enteros de la economía global, Musk no solo quiere estar en la lista de los más ricos; quiere ser el hombre que decide qué y cómo suceden las cosas. Y aquí está la trampa: la narrativa de Musk como “genio” y “salvador del mundo” nos ha cegado. Nos hemos tragado la idea de que es uno de los nuestros, el tipo cool que te invita a su lanzamiento de cohetes y que se enfrenta al sistema. Pero, en realidad, está construyendo un sistema que depende de él. Lo público se convierte en privado, los gobiernos se doblegan ante sus intereses, y nosotros seguimos aplaudiendo mientras se nos escapa el control.

¿Nos vamos a quedar de brazos cruzados mientras una sola figura sigue extendiendo su red por todo el mundo? Porque la verdadera pregunta es qué tan lejos puede llegar un hombre cuando tiene el poder de dictar las reglas del juego. El control total de las comunicaciones. La llave para abrir o cerrar el acceso a la información en cualquier rincón del planeta. Esto es lo que realmente está en juego. ¿Y qué pasa con los gobiernos? Lo cierto es que, lejos de ser la autoridad última sobre los destinos de sus países, se han convertido en marionetas de intereses que ya no pueden controlar.

Mientras Musk y sus amigos juegan a un nivel que ni siquiera podemos imaginar, nosotros seguimos mirando desde la grada, sin hacer nada, mientras la sombra de su imperio tecnológico se alarga sobre todo lo que conocemos. Así que, si quieres entender qué está pasando de verdad, deja de ver a Musk como el genio de la tecnología y empieza a verlo como lo que es: un arquitecto del nuevo orden mundial, donde las reglas las dictan él y sus aliados.

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Publicado por
Raquel Puerta Nevot

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