¿Qué diría Montesquieu?

Fue Montesquieu, el visionario que erigió los cimientos de la separación de poderes, quien nos legó aquella profunda reflexión: “una cosa no es justa por el simple hecho de ser ley, sino que debe ser ley porque es justa”. Sin embargo, en la España de Pedro Sánchez, la legalidad ha dejado de ser un principio universal e inmutable para convertirse en un artificio moldeado al capricho de quienes ostentan el poder. El PSOE, cual tirano disfrazado de demócrata, se erige ahora como el propulsor de normas que no persiguen la verdad, sino el blindaje de su hegemonía. Así, presenta una ley diseñada para neutralizar las investigaciones que amenazan al círculo del presidente, no vaya a ser que la imparcialidad de la justicia desbarate la legislatura.

La maniobra no sorprende. A lo largo de sus siete años de mandato, Sánchez ha demostrado que la separación de poderes es un obstáculo incómodo cuando el poder judicial no actúa como un mero apéndice del Ejecutivo. Desde la eliminación del delito de sedición y la reforma de la malversación, hasta los indultos a los condenados por el procés, cada paso ha ido encaminado a debilitar los controles que garantizan que, en una democracia, nadie está por encima de la ley. Ahora, con esta nueva jugada, el PSOE no solo busca proteger a los suyos, sino mandar un mensaje claro: aquí solo se investiga lo que a Sánchez le conviene.

Nuestro Pedro, el mismo que clama por la transparencia mientras merma, día tras día, el Estado de derecho, juega con el equilibrio institucional como un ilusionista. La pregunta es inevitable: ¿qué teme tanto como para necesitar amordazar a la justicia? Porque este movimiento no es una simple reforma; es un salvavidas lanzado a toda prisa a su círculo más cercano. Suena a pánico, a que la confianza en la impunidad ya no es suficiente y necesitan blindarse a través del BOE.

Pero ojo, que aquí no se trata solo de proteger a la mujer y al hermano. No. Esto es un aviso a navegantes: quien ose investigar demasiado, quien se atreva a señalar donde no debe, se encontrará con un muro legal levantado estratégicamente para impedir que la verdad salga a la luz. Nos lo venderán como una modernización del sistema judicial, como un avance necesario para evitar supuestos abusos, pero la realidad es más sencilla y oscura: al más puro estilo de la Venezuela chavista, se trata de blindar el poder y sofocar cualquier disidencia antes de que pueda desafiar al régimen.

El PSOE, que antaño presumía de ser un partido democrático al servicio del pueblo, se ha convertido en el arquitecto de un poder sin frenos, en el guardián de una estructura diseñada para protegerse a sí mismo antes que a los ciudadanos. Mientras tanto, Sánchez sigue esquivando los problemas, confiando en que la estrategia de ganar tiempo le salga bien: que el ruido mediático lo tape todo, que el control institucional se mantenga firme, que la ciudadanía, anestesiada por el espectáculo político, no se percate de la gravedad de la situación.

Pero Pedro, la historia no perdona. Pregunta a aquellos que, en su arrogancia, creyeron poder someter a la justicia a su voluntad: todos, sin excepción, terminaron siendo consumidos por su inexorable equilibrio. Puedes cambiar leyes, presionar jueces y disfrazarlo todo de normalidad, pero la verdad siempre acaba encontrando una grieta por la que filtrarse. Y cuando eso ocurra, cuando lo que hoy intentas enterrar salga a la luz, ni tus leyes ni tu poder te van a salvar. No hay blindaje suficiente cuando la justicia, la de verdad, decide ponerse en pie.

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